miércoles, 22 de octubre de 2008

crítica TREN DE LAS 3:10

Dan Evans, un humilde granjero y padre de familia se embarca en la misión suicida de hacer de escolta de Ben Wade, el más peligroso e inteligente ladrón, hasta llegar a la estación donde pasa el tren de las 3:10 rumbo a Yuma. Unos personajes destinados a protagonizar Una interesante relación entre un héroe y un villano condenados a entenderse.

James Mangold (Cop Land , Inocencia Interrumpida , o En la cuerda floja ), retoma esta vieja historia llevaba con anterioridad al cine, para realizar un western atípico que en ocasiones supera a su predecesor. 3:10 to Yuma (rebautizada en España como El tren de las 3:10) no deja de ser una magnífica propuesta argumental y una revisión del género que espero acerque un poco más a una generación de espectadores que ven el western como cine obsoleto.

Nos encontramos ante un western al más puro estilo de los clásicos, pero enriquecido con escenas de acción y planos modernistas que ayudan al ritmo trepidante de la última parte del metraje.
La película de Mangold, se ve obligada a ceder ciertas concesiones que obedecen al canón de los western modernistas, pero sin caer en tiroteos gratuitos ni escenas de acción interminables. Mangold deja respirar con el diálogo a sus dos personajes enfrentados.

El tren de las 3:10 tiene acción, bastante acción, pero también posee un buen argumento muy bien planteado y ejecutado. El tren de las 3:10 ofrece un gran duelo interpretativo entre sus dos estrellas, Russell Crowe y Christian Bale. Ambos bordan con buena nota sus papeles, el primero haciendo de su personaje un malvado que empatiza con el espectador por su carácter y peculiar sentido del humor; y el segundo, como un granjero tullido con amplio sentido de la honestidad, harto de despertar pena en el seno familiar.

Por tanto, la película de Mangold es una reivindicación del western, con nuevas fórmulas actuales que funcionan . Una propuesta certera que engancha al espectador sumergiéndolo en una historia de dos hombres enfrentados por la concepción que de la vida tiene cada uno.

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